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Son varias las fechas en las que las gentes de Brihuega dejan a un lado sus quehaceres cotidianos para entregarse en cuerpo y alma a la fiesta. Pero las "FIESTAS" por antonomasia son las que tienen lugar en honor de su patrona, la Virgen de la Peña. Entre los muchos actos, religiosos y profanos, que tienen lugar alrededor del 15 de agosto, el "Día de la Virgen", cabe destacar el "Novenario", la "Noche de las damas", "el Marujo" (13 de agosto), la "Procesión de la Cera" y la "Salve" (ambos el 14 de agosto), el "encierro" (día 16), la "Subida", la "Bajada" y la "corrida" (día 17), la merienda popular del "Día de correr el toro" (día 18) y la "Octava" (día 22). Todo ello presidido y justificado por la celebración el día 15 de la fiesta grande de la villa.
El inicio de la novena en honor de la Virgen de la Peña marca el comienzo de las fiestas en Brihuega desde el punto de vista religioso. Como su propio nombre indica, se desarrolla durante los nueve días previos al 15 de agosto, con toda la devoción y solemnidad que para los brihuegos merece su patrona. Durante esos días, tras el rezo del Rosario, se celebra la Santa Misa a las ocho de la tarde, sustituyéndose la habitual homilía por la predicación a cargo de algún destacado religioso invitado por la Cofradía de la Virgen de la Peña a tal efecto.
El inicio de las fiestas desde un punto de vista estrictamente profano está ligado tradicionalmente a la proclamación de la Reina y Damas de Honor de las Fiestas, que se suele realizar en torno al 10 de agosto, aprovechando el sábado más cercano. El acto tiene lugar a las doce de la noche en el Parque de Maria Cristina, donde ante un numeroso público, la Reina y Damas del año anterior ceden sus atributos a las muchachas que representarán a la villa durante toda la fiesta. A continuación se celebra un baile, el primero normalmente de los que tienen lugar a lo largo de estos días. Pese a haber perdido parte de la elegancia que le caracterizaba, aún sigue siendo una noche en la que los hombres y las mujeres de Brihuega sacan de los armarios sus mejores galas, como si de un baile de etiqueta se tratar. Y con galas o sin ellas es uno de los acontecimientos más concurridos, por el especial significado que para todos tiene esta noche.
El "Marujo" es el único de los actos desarrollados durante las fiestas de Brihuega que no se incluye en el programa oficial. Iniciado a finales de los 80, surgió por iniciativa de las peñas del pueblo, que decidieron dejar a un lado los actos organizados por el ayuntamiento y tomar por unas horas el pueblo con su música y su alegría. Se inició así una tradición cada vez más asentada y concurrida, que forma ya parte, por derecho propio, de las fiestas briocenses. Comienza en torno a las 9 de la noche, cuando los miembros de las peñas y los integrantes de la banda municipal de espíritu más joven se reunen, disfrazados, para iniciar un camino que tendrá parada en todos y cada uno de los bares existentes. El colorido de los disfraces (preparados con ilusión durante todo el año) la música toman las calles para no abandonarlas mientras aguante el cuerpo, lo que suele suceder bien entrada la medianoche.
14 DE AGOSTO: LA PROCESIÓN DE LA CERA El origen de esta peculiar procesión religiosa se remonta a plena Edad Media, cuando se produce la aparición de la Virgen de la Peña a la joven infanta Elima, hija del rey moro de Toledo al-Mamún. Cuenta la leyenda que, una vez izada la imagen de la Virgen desde la oquedad en que fue encontrada, los fieles acudieron en procesión hasta una ermita situada a unos cuatro kilómetros del pueblo. En sus manos portaban unos hachones de cera, de los que no se consumió ni una gota durante el recorrido. En recuerdo de este hecho que la tradición presenta como milagroso, en la tarde del 14 de agosto se celebra una procesión que recorre las calles del pueblo acompañada por la comparsa de gigantes y cabezudos, propiedad de la Cofradía de la Virgen de la Peña. La presencia de los cabezudos, que con sus varas de mimbre corren tras chicos y grandes, hace de esta procesión el festejo favorito de la chiquillería, que toma con sus gritos y careras las calles de la villa durante toda la tarde.
La Salve es un ejemplo más de la mezcla de lo sagrado y lo profano en las fiestas de Brihuega. Lo que comenzó siendo una oración a la Virgen en la víspera de su fiesta se ha convertido con el paso de los años en festejo multitudinario y arte fundamental de la celebración. Todo comienza en torno a las once de la noche, con el rezo en la iglesia de Santa María, ante la imagen de la Virgen, de la Letanía y la Salve. A la salida, la banda de música municipal inicia un pasacalles que finaliza en el parque de María Cristina, donde, como cada noche, se celebra el baile. Durante el recorrido por las calles, cientos de litros de agua son arrojadas desde las ventanas y balcones sobre los jóvenes que cantan y bailan, desafiando un posible resfriado. Y, ara los que llegan secos al Parque, aún queda la fuente allí instalada, donde terminan la fiesta con un chapuzón generalizado. 15 DE AGOSTO: EL DÍA DE LA VIRGEN El día 15 de agosto es el día grande de Brihuega el más duro para todos aquellos que quieren vivirlo en su totalidad. La jornada empieza bien temprano, de mano de la banda municipal, que recorre las calles del pueblo a toque de diana, despertando a los dormidos y recogiendo a los que aún no se han ido a acostar. A las doce se celebra la "Función de la Virgen", la misa mayor en honor de la patrona del pueblo a la que nadie procura faltar, luciendo además sus mejores galas. Por la tarde, la imagen de la Virgen es sacada en procesión por las calles, alfombradas de espliego en su honor. Durante su recorrido por la villa se producen los momentos de mayor emoción para los briocenses, entremezclándose el gozo y la plegaria, la esperanza y el recuerdo de los ausentes. Tras la multitudinaria despedida de la Virgen en el templo de Santa María apenas queda tiempo para tomar un bocado asistir a la quema de los fuegos artificiales en la plaza del Coso. La alegría es la nota predominante y al ruido de los cohetes se añade el griterío de grandes y chicos, que bailan al son de la música interpretada por la banda municipal. Al final, los ansiados y temidos toros de fuego, carcasas de cohetes y rascapiés que hacen las delicias de todos, anticipando lo que serán las emociones del día 16.
Tras el cansancio acumulado durante el día anterior, se hace necesaria una mañana relajada, que transcurre plácidamente en el Parque de María Cristina. Allí, acompañados de las melodías interpretadas por la banda de música en su tradicional concierto, los chiquillos disfrutan nuevamente corriendo delante de los cabezudos y sus varas de mimbre. Mientras tanto, los mayores se preparan para el encierro, comentando la estampa de los toros, el lugar desde donde los correrán este año... matando en fin el gusanillo que les empieza a recorrer el estómago y que no les dejará parar hasta que no vean a los animales doblar la esquina en veloz carrera. Aunque el encierro empieza a las seis y media, nadie aguanta en casa hasta esa hora: "hay que ver el ambiente". es que el encierro de Brihuega, declarado "Fiesta de interés turístico provincial", reúne en el pueblo tal cantidad de gente, que sus calles y plazas parecen incapaces de contenerlas. A eso de las seis, en medio del griterío se oyen unos golpes de bombo, y al instante se empiezan a escuchar las notas del pasodoble "Sangre torera", una especie d ehimno para los brihuegos, que lo conocen comúnmente como el "Parapachumba". Con el "parapachumba" como única pieza en su repertorio, la banda de música se dirige desde el Parque de María Cristina hasta el Coso, y junto a ella todo el mundo, abrazado, saltando y cantando sin parar la supuesta letra del pasodoble: "parapachumba, pará, parabapachumba". Se conforma así otra de las escenas de mayor emoción para los brihuegos, que si en lo religioso darían lo que fuera por no perderse la Procesión de su Virgen, en lo festivo se dejarían cortar una mano antes que faltar al "Parapachumba", nombre con el que ha quedado popularmente bautizado este recorrido. Cuando la comitiva llega a la Plaza del Coso y la banda acaba de tocar por enésima vez el ya citado pasodoble, llega el momento de la verdad: tras el estampido de tres cohetes, los toros salen a la calle y comienza el encierro, uno de los más antiguos y originales de España. Pese a su denominación, se trata en realidad de un "desencierro", en el que los animales, tras recorrer las calles del pueblo se encaminan al campo, donde pasarán toda la tarde, para ser recogidos en un paraje cercano, en torno al anochecer, esperando su regreso a Brihuega. Durante estas horas, la emoción preside el ambiente, y raro es el año en que algún toro, pese a los esfuerzos de los vaqueros, no acaba volviendo sobre sus pasos para entrar nuevamente al pueblo. Los más animosos, por su parte, procuran seguir a los toros en su recorrido por el campo, aprovechando cualquier olivo o almendro para librarse de sus acometidas.
La vuelta de los toros corridos en el encierro a las calles, o "subida", tiene lugar en torno a las tres de la madrugada del día 17. A esa hora, los animales abandonan el lugar en el que han sido reunidos al final de la tarde anterior y a través de los terrenos cercano al convento de monjas cistercienses de Santa Ana, se acercan al pueblo. Una vez allí, entrarán por la carretera desde la iglesia de San Miguel, dirigiéndose a la de San Felipe, ante la cual se prepara un vallado donde descansarán hasta la mañana. Las horas previas son también momentos de emoción, en los que los más decididos esperan a la entrada del pueblo la llegada de los toros, mientras los amigos de la diversión pueden disfrutar del baile que se organiza en la plaza del Jardinillo, para hacer más entretenida la espera. DÍA 17: LA BAJADA Y LA CORRIDA La carrera conocida como "bajada" es el espectáculo taurino celebrado en Brihuega que más se ajusta a lo que se suele entender por un encierro. A las doce de la mañana, los toros, que llevan encerrados en un vallado preparado al efecto en la plaza de San Felipe, son trasladados a la plaza de toros, en rápido recorrido. El cansancio acumulado, tanto en toros como en corredores, hace que su desarrollo no sea tan brillante como el del "encierro", bajando considerablemente la afluencia de público. Una vez encerrados los toros en la plaza, se suele proceder a la suelta de vaquillas o en ocasiones de algún toro, para que todos los que aún lo deseen, disfruten de la emoción y el riesgo de recortes y carreras. La culminación de los festejos taurinos es la corrida en la que tradicionalmente se lidiaban las reses corridas en el encierro. La legislación actual impide la lidia de las reses participantes en ese tipo de festejos, por lo cual la corrida se ha convertido en una novillada sin picadores que dada la desidia de la organización, cada vez atrae menos público a la plaza. El escaso interés de la corrida que cierra la fiesta grande de Brihuega contrasta con el peso de su afición a la fiesta nacional, patente cuando el cartel así lo merece. Y buena muestra de ello es el éxito que año tras año cosecha la ya tradicional corrida de primavera, merced a la cual han toreado en el coso briocense las máximas figuras del escalafón actual.
Durante muchos años, los briocenses terminaban sus fiestas con una merienda en el campo, a la que denominaban "correr el toro", costumbre prácticamente olvidada en la actualidad pero que está tratando de recuperarse en los últimos años.
Ya dice el refrán que "no hay santo sin octava", y así ocurre con la Virgen de la Peña, en cuyo honor se celebra en este día una función religiosa (la "Octava") con la que se cierran las fiestas desde el punto de vista religioso.
P. Carlos Rojo Alique
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